Hubo varios cambios de propietarios, hasta que, a comienzos del siglo XVIII, un matrimonio donó un lote a los frailes Recoletos descalzos de la Congregación Franciscana. El nombre del barrio proviene, justamente, del Convento y la Iglesia de Nuestra Señora del Pilar que los Recoletos comenzaron a construir en 1706 e inauguraron en 1732.
El Cementerio de la Recoleta nació junto con el templo. Durante la época de Rivadavia, fue expropiado y se transformó en el Cementerio del Norte. Luego, durante la intendencia de Torcuato de Alvear, el cementerio fue remodelado y se construyó la entrada que hoy posee.
Durante las terribles epidemias de cólera y fiebre amarilla de la década de 1870, la población se desconcentró para evitar el contagio. Las clases populares se instalaron en la zona sur de la ciudad, mientras que los más acaudalados se establecieron en Recoleta, dado que la altura del terreno reducía la presencia de insectos transmisores de la enfermedad.
Estas familias pudientes de Buenos Aires construyeron las lujosas mansiones y enormes edificios de estilo francés, rodeados de imponentes jardines y parques, con materiales traídos de Europa. Por este motivo, hay quienes sostienen que Recoleta es una pieza extractada de París: grandes espacios verdes, avenidas exclusivas, y calles con bares y restaurantes de primera categoría.
La evolución del barrio fue rápida. Durante el siglo XVIII era sólo campo. Cien años más tarde, un conjunto de quintas. Medio siglo después, las quintas fueron reemplazadas por las residencias que convirtieron Recoleta en uno de los barrios más lujosos de Buenos Aires. Hoy en día, algunas de esas edificaciones coexisten con los más modernos edificios.
Las calles que delimitan el barrio son Montevideo, Uruguay, Av. Córdoba, Mario Bravo, Av. Cnel. Díaz, Av. Gral. Las Heras, Tagle, las vías del Ferrocarril General Mitre, Jerónimo Salguero y la traza de la Autopista Costera hasta la prolongación virtual de Montevideo.